viernes, 7 de marzo de 2008

Chubascos del estío

Alguien me comentó ayer que el pronóstico del tiempo había anunciado para hoy cielo nublado y chubascos. En ese entonces no di mayor crédito al comentario; pero hoy (día séptimo de marzo del año en curso) y a estas horas de la tarde, compruebo la exactitud de dicho pronóstico: si bien no he puesto pie fuera del departamento en lo que va del día, por las ventanas se ha dejado entrever esa fría ausencia de color que el cielo cubierto de nubes proyecta, y hace apenas un instante pude oír las agujas de agua estrellándose contra los techos y el suelo de Santiago. Ahora mismo suenan algunos truenos, lentos y pesados, provocando asombro o temor en los niños que corretean afuera.
Cosa no muy común porque a estas alturas del año recién decae la temporada estival por estas latitudes del orbe; y como se verá, la lluvia de Santiago no tiene nada de tropical, sino que más bien conlleva un ambiente y un ánimo frío y melancólico.

Quisiera tomar un buen café de grano, pero no dispongo de los medios.
Por otra parte, a mí la lluvia me gusta (mientras escribo esto la misma se hace más intensa y copiosa) y me parece particularmente atractiva cuando constituye una alteración en la monotonía.
Y especialmente, cuando no corro peligro de empaparme, como es el caso.

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